Crítica a The Witch


The Witch es una apelación a los miedos básicos, aquellos para los que no es necesario usar un fantasma CGI para asustarte. 

La poca promoción de esta película, o al menos la que yo vi, hablaba de una cinta que superaba las expectativas en el género del terror. Si consideramos que El Conjuro -con todo y su secuela a pocos días de estrenarse- ha sido una actualización, una forma auténtica de retomar la esencia de lo que son los verdaderos sustos, el miedo auténtico, entonces no debería de sorprendernos que Robert Eggers logre algo semejante con su película La Bruja (The Witch). 

En contexto, es claro que cada año muchas cintas del género se esfuerzan casi inútilmente por generar miedo en un público cada vez menos inocente. Si nos la pasamos tratando de descubrir los cables alrededor de los actores, fingiendo ver los efectos visuales, notando el maquillaje o quitándole credibilidad a lo que vemos en pantalla ¿en qué momento llegaremos a asustarnos? Ante los obstáculos y dificultades -es decir, la falta de inocencia- para poder realizar una cinta de terror que dé miedo (claro, dejando de lado el aspecto demoníaco, hay películas del género que se enfocan más en lo terrenal, en casos reales, para poder generar mella en el espectador, objetivo que de hecho logran...), que tenga calidad, los estudios pueden/deberían apostar por historias sencillas que se apeguen a un misterio sólido capaz de estremecer. 

Es cuando llega La Bruja. Entonces nos sumergimos en una historia intensa, ambientada en 1630 y en Massachusetts. La historia se desarrolla cuando Thomasin, la hija mayor de una familia, pierde súbitamente a su hermano menor, un bebé, en medio de un bosque, y la mirada acusadora y la sospecha de la familia, recae en ella. Una trama con un misterio dosificado en partes y donde la tensión surge, de una manera controlada, si nos apegamos a la construcción psicológica de los personajes. En La Bruja tenemos una familia que vive alejada de los pueblos más cercanos por no estar comulgados. Al vivir tan distanciados y "alejados" de la civilización, son presa física y psicológica de extraños eventos cuyo origen no son capaces de explicarse. 

No obstante, aunque éstos son parte de la historia y causan ansiedad y cierto temor en nosotros como espectadores, es correcto aclarar que no son el centro de lo que vemos plasmado en pantalla, no son la preocupación principal del director en la historia que nos cuenta, pues en este, su primer largometraje, Eggers aborda más la tensión familiar, se enfoca en retratar el terror psicológico y el desequilibrio interno que dicha familia sufre ante las catástrofes, ante las calamidades, y es en la unión de sus componentes -ideal que suscribe de fondo como algo desintegrado-, en cómo se desarrolla o deshace el vínculo entre una persona y su fe, su realidad personal, su vínculo con los que ama, su relación con el entorno -en donde tenemos que estar como punto de partida para un análisis de corte familiar con matices que apelan al terror de antaño-, o más explícitamente donde Eggers quiere que estemos. 

Su propuesta fílmica, como un ensayo, pone el acento en la falta de integración familiar, subraya la escasa confianza que puede darse en aquélla cuando un error se comete desde dentro, coloca el panorama, como si fuera un verbo, en forma pasiva: nos cuenta a Thomasin, en ocasiones, desde la perspectiva de sus padres, pasando, como un marco, por la pusilanimidad del papá. Ayuda al tono de tensión que se siente en la película la oscuridad como presagio de los males, y claro, ése es un de los objetivos de la cinta, porque de lo contrario ¿dónde residiría el susto?

Habiendo dicho esto, el guión, con sus planos fijos, se preocupa por enfocar los miedos de cada personaje sin dejarnos en suspense o duda, pero todo recae, desde lo narrativo y lo visual, en Thomasin (Anya Taylor-Joy), la hija mayor, quien, aparentemente, comete un error por el cual la culparán. Y es a partir de esto que todo se desarrolla: tenemos al hijo menor, sintiéndose culpable por sus cambios físicos, los cuales son retratados con fines teológicos y para los cuales el papá no tiene respuestas y que termina por ser un arco dramático a medio desarrollar; a las hijas pequeñas en una posición por demás obvia pero que en ciertas escenas matiza negativamente la naturaleza de los hechos; a la misma mamá, con quien tenemos algunas de las escenas más tétricas y quien termina por ser un punto de inflexión en la trama. 

Todo está dispuesto, Eggers así lo punta; su mirada puede recaer en demostrar lo susceptible que una familia puede ser, en cómo no enfrentar nuestras verdades, o en pensar que el entorno no influye en nosotros, son temas importantes y más como una metáfora del mundo actual. El detonante narrativo, aquello que vincula a Thomasin puede que, con todo el género y la propuesta de Eggers, genere desconfianza al pretender que sea ese el sustento narrativo, pero considerando la atmósfera sobrenatural que rodea la cinta, entonces es creíble. Más aún, esto es sólo la entrada. 

Eggers aborda la tensión familiar, y muy de cerca una reflexión sobre el poderío sociopersonal de la superstición, nos recuerda cómo seguimos supeditados a las leyendas, dependientes a nuestras creencias, buenas o malas, y que por más realidad y conciencia que queramos generar o pensemos tener, hay siempre una parte de nosotros vulnerable a esta circunstancia milenaria. Desde Thomasin, la protagonista, cada vez más alejada de su familia por considerarla culpable de las desgracias que los acechan, el papá que no sabe cómo proteger a su familia o de qué protegerla; el hermano menor con hormonas precoces... hay muchos ángulos vislumbrados aquí, algunos se desarrollan, otros no, pero el núcleo se encuentra en el impacto personal -y desde luego recíproco- de Thomasin con sus papás, en cómo ejerce la imagen demoníaca, por más creencia que tenga, a su alrededor. 

Hay momentos en que la excelente fotografía impide apreciar algunos detalles que podrían incrementar el miedo en determinadas escenas, y eso genera suspicacia, principalmente con la "magia" de la película, pero en general este elemento, aunado a la música, ofrece momentos escalofriantes en un renglón primario, el del susto básico. No es necesario clasificarla como una cinta de terror en el sentido estricto, pues Eggers se enfocó más en las repercusiones familiares, aunque claro, el terror y la causa sobrenatural que los rodea son presentados tangencialmente, pero no menos intensos. Probablemente a la película le sobren un par de golpes de efecto (ciertas decisiones causa-efecto que vemos) que, de haber ejercido una mejor edición visual, habrían tenido un impacto más profundo rumbo al corte final. 

Muy a pesar de esos detalles, La Bruja es un filme de terror sumamente tradicional, en la que no hace falta un espíritu en 3D para atemorizarnos, una cinta donde lo más impactante y escalofriante reside en el poder de lo desconocido, allá donde las cosas inexplicables pasan, y cómo la falta de estructura familiar, o incluso la confianza en uno mismo, puede derribar y destruir la unión, llevando a una persona a la muerte o al infierno. No es una película tradicional en el sentido de que lo gráfico abunde, porque no es del todo explícita, pero sí es convencional al presentar, con cierta distancia, los elementos básicos con los que hasta la persona de corazón más frío puede espantarse. Recomendable en dos terceras partes. 

1 comentario:

  1. Muy interesante. Es más voy a buscarla para verla en fechas próximas, y eso que el género del terror no es de mis favoritos por lo básica que me suelen resultar muchas de esas sintas (cof cof Halloween, Scream...).
    Pero ese retrato psico-social que desarrolla el terror desde dentro de los pesonajes se antoja cautivador.

    Desde poco antes de entrar a la pubertad, le tengo una desidia enorme a la ignorancia la estupidez humana, a las consecuencias sociales de la ignorancia y a las instituciones que se apoyan de ésta para ejercer control y poder. Siento que ese tipo de disecciones al tejido social y sus circunstancias nunca está de más, de hecho es importante reforzar esa conciencia dado esa naturaleza tan humana, fijación sexual por estarse tropezando con la misma piedra una y otra y otra vez.

    Sólo me queda corto saber si, amén del desarrollo, el guión y el mencionado pulcro trabajo técnico, las acta¡uaciones también se destacan o serían la piedra en el zapato que le quita estrella y media a esta prometedora película.

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