Breves apuntes 7: Un poco de filosofía latinoamericana.


Siempre en un debate hay discrepancias, polos opuestos. Éstos se hacen notar ya sea de forma natural (el tema en sí) el que se ve sujeto a polémica: refutaciones, argumentación o contextos. Desde luego todo depende del tema que se trate, dónde se coloque, cómo se presente y bajo qué medios se dé. 

Una vez organizado el esquema situacional, nos preguntamos: “Bueno, ya organizamos a la gente y el tema, ¿ahora qué sigue?”, probablemente llegar a una interpretación dentro de las teorías expresadas en el debate. Ahora ¿puede hablarse, en algún punto, sobre una inferencia transigente cuando de cultura e identidad se trata? 

Tanto los temas como la cultura que nos identifican marca ciertos parámetros sociales (oportunidad, entorno, experiencia, sensación, visión, misión, etc.) desde los cuales nos ubicamos instantáneamente: pensamientos, costumbres, hábitos, formas de vida, estilos, entre muchas cosas más. Esto abre la posibilidad de entendimiento en el debate, pues la mezcla de culturas, la compenetración de universos teóricos y la posibilidad de crecimiento cultural siempre es oportunidad para un debate cuando éste sea orientado al adecuado cuestionamiento de los fundamentos a analizar. Así, quizá nos vayamos con dignidad antes de ser dominados por ideas ajenas que podrían parecer imponentes. 

Llegado a este punto de conciencia individual y colectiva, me parece que es posible retomar el análisis histórico en torno a la demarcación de la herencia epistemológica extraída de Europa- ¿Globalización inter-cultural (a lo mejor acabo de hacer un pleonasmo)? 

Nadie niega que el debate es interesante como método de acercamiento a otras culturas, a construir universos teóricos; esto elimina, tal vez de momento, la opresión intelectual que acerca a diferentes personas de estratos sociales muy marcados (que puede darse en cualquier espacio y momento).  Con esto me refiero a que la curiosidad, como eje teórico, puede ser una herramienta clave de acercamiento cultural. Esto deja fuera de margen a los oprimidos (la perspectiva de que la psicología de los pobres es más profunda que la de los opulentos siempre es un tema interesante socialmente hablando); deben luchar por lo que consideran justo, aunque lograrlo sea otro cantar. 

La idea de que el debate sea un punto de escucha otorga plataformas discursivas más amplias de las que llegamos a percibir en un inicio: visiones, misiones, reflejos propios, experiencias, patrimonio cultural, e infinidad de cosas más. El que una persona logre transmitir algo o sea capaz de proyectar su “yo” al mundo tiene que ver también con cuestiones éticas personales (¿hasta qué punto comparte? ¿Hasta dónde llega su individual en un proceso de aprendizaje comunitario? ¿Cómo y cuándo un individuo pasa al status de persona? ¿Cómo construir un sistema ideológico sin trasponer ninguno o confundir las fronteras teóricas?) y moralmente globales. No es sólo trabajo personal darse a mostrar al exterior, esto va de consuno con las leyes hechas y estatuidas firmemente desde un inicio, la historia que rodea este evento es simbólica y trascendental a la vez.  

Me atrevería a decir que la filosofía, entre todas sus funciones, debería regular los problemas epistemológicos que van cambiando en las culturas en cuestión (más por la herencia y cómo sea ha construido durante siglos que por reformulaciones), pero para ello debe saber y reflexionar cuáles son los males intrínsecos en el sistema de leyes que rigen a los pueblos selectos. Con la filosofía de la liberación, de la dominación, todas estas “facetas” sugieren un cuestionamiento sobre qué rumbo ha llevado la filosofía desde que empezara allá con Tales de Mileto. Esta disciplina, o ciencia última, comenzó a raíz de preguntas sobre cuestiones naturales que por atribuir la causa del entorno a una presencia divina. 

Por ende, preguntémonos, ¿se lleva a cabo la misma filosofía en Europa que aquí en América? ¿Son los mismos propósitos o el objetivo ha cambiado?, a la vez  que nos lleva a preguntarnos si las ideas culturales son las mismas aquí que allá. La metáfora ¿qué onda con el árbol plantado? puede hacer ruido en tanto que la idea de atesorar una tradición crítica ajena es, nuevamente, reflejo de un pensamiento quizá más desarrollado. Esto no descarta ni niega que muchas de nuestras ideas son oriundas de corrientes muy antiguas (también originadas aquí), pero no por eso estamos predispuestos a seguir una u otra corriente. 

Quizá sea más acertado decir que sólo hemos reflexionado una idea que no necesariamente nos pertenece, pero que, después de tantos siglos, al menos se diría que la hemos evaluado con otro margen. Detengámonos un momento, ¿ayuda la filosofía a lograr un equilibrio socio-cultural? Más aún, ¿ayuda ésta a lograr consolidar un proyecto de vida ya sea a nivel cultural o personal? 

¿Desde qué plano epistemológico-cultural estamos partiendo? ¿Podemos ver a futuro con los ojos de la filosofía?, ¿ha ésta incidido en las múltiples culturas existentes? ¿O es que algunas de ellas no tienen el poder cultural o social para expresar estas inquietudes? Pienso que el sistema debe probablemente ser el punto referencial de la realidad. 

¿Por qué no? El sistema nos demuestra que las leyes deben cambiar, más que nada reformularse. Este no es un contexto estático, ¡es variable!, y con mayor razón eternamente cambiante. A su vez construye a partir de la transigencia de una comunidad o por lo menos un conjunto de personas. Entonces, ¿qué es lo que está mal: el sistema o la comunidad misma? 

En este sentido la reflexión actual en América Latina pone de manifiesto que hay cosas que deben pensarse con mayor detenimiento. Muchas de las caras reflexivas que se dan o muestran no son originales en el momento preciso en que se plantean o “re-plantean”, sino que es una “carga” epistemológica dudosa traída de tiempo atrás, ¿pero haría eso que la reflexión sea falsa? 

¡Necesitamos entrar a una valorización del contexto mencionado! ¿Qué hace falta? ¿Re-formular la teoría? , pero, ¿cómo reformular algo que ya trae una concepción precedente con relación a nuestra cultura? No podríamos borrarla, pues esto de entrada supondría eliminar una tradición crítica de siglos de esfuerzo epistemológico con pretensión de consolidarse. ¡Qué fastidio! 

Los errores epistemológicos de una cultura funcionan como método de esquematización primario, sin importar qué contengan. Una cultura puede ser o no ser a través de los diversos sujetos sistémicos que las caracterizan. Una persona que representa a una cultura o nación determinadas debe tener muy seguras las formas de interacción entre diversos pueblos, sino, ¿cómo lograría transmitir algo? 

Toda revisión epistemológica conocida implica un repaso de las culturas en tiempos anteriores, verificando si son por lo menos válidas. Pero, ¿cómo comprobar de qué fecha o siglo es el árbol epistemológico? ¿Desde la época de Tales de Mileto o Hegel?, este ángulo de la historia puede ser vista de desde muchas caras. Pero, ¿son sólo válidas o también verdaderas? 

Una perspectiva menos subjetivista sugeriría que nos detuviéramos a ver desde qué punto podemos partir para analizar la problemática socio-política que surge en estos tiempos. Es sine qua non saber primero qué partes de lo que sabemos son por lo menos ciertas, como ya dijimos antes. No obstante, el saber que las culturas no llevan siempre el mismo código cognoscitivo no supone un cambio radical e inminente. 

Como segundo plano de discusión, ¿son los mismos cambios a nivel inter-cultural?, como alguna vez se planteó en clase: el filósofo (o estudiante de) debe “acoplarse” a las expectativas del público, hablar a un nivel que no excluya a quien lo escucha, poder dialogar y llegar a acuerdos que hagan subsistir la hegemonía cultural. 

Si ésta no permanece, y precisamente por causas que apenas rayan el problema ¿qué sentido tendría compartir diferentes visiones de pensamiento?, además tenemos el cariz de que, como diversidad cultural, se tiene diferentes modos de ver las situaciones que aquejan a cada pueblo en cuestión. ¿Cómo llegar a un acuerdo cuando es muy posible que cada cultura tenga su propio árbol epistemológico situado y bien pegado? 

¿Cómo logramos derribar una costumbre cuando es muy posible que esté muy bien cimentada por los demás debido o bien a su contexto histórico o porque está construida con base en sus creencias epistemológicas? Creencia. Ésta creencia juega un papel determinante en estos casos. Para poder dialogar es indispensable liberarnos de los prejuicios establecidos, pues éstos siempre intervendrán aun de la manera más sutil. 

Sin embargo, algunos filósofos dirán que Gadamer sostuvo que no es posible eliminar todos los prejuicios, y muy probablemente sea por la necesidad que éstos tienen sobre nosotros en todo momento. Son los prejuicios los que nos conducen a romper esquemas, ideas, proponer paradigmas. ¡Enfrentémonos al diálogo y logremos un intercambio cultural significativo!, ¿o es que los árboles son muy inestables o muy distintos como para no hallar un punto de cohesión? 

¿Cuál es la agenda que determina la pertinencia o legitimidad de los conocimientos?, ¿las que se fundaron en las batallas que se pelearon civilmente hablando?, la agenda es legítima, universal, a no ser que, en contexto globalizador, se le quiera universalizar. ¿Hay probabilidad? Seguramente. 

Un último aspecto que requiere ser matizado, en el debate, es el de las propuestas epistemológicas contenidas en las reflexiones surgidas en algunas secciones de Norteamérica: ¿en qué medida el bloque económico-cultural presente influye en las posibilidades de capacidad de llegar a acuerdos? ¿No estaremos regresando a las antiguas construcciones teóricas que se desarrollaron en la Grecia Antigua o, por lo menos, en el medioevo? 

¿O es que debemos salirnos del ámbito intelectual cotidiano?, lo importante es que seguimos en cuestión reflexiva y mientras no perdamos el camino, la corriente o el propósito que nos impele a seguir buscando nuevas formas de filosofar, sin importar el contexto, haremos bien; como bien “letrados”. 

Es importante reorganizar los fundamentos epistemológicos que nos caracterizan con el resto del mundo para luego pensar qué necesita de nuevo nuestra cultura con relación al avance y evolución de las demás. 

1 comentario:

  1. Que bonito ensayo, tan 'invitador' a conversar, y que se expone en este medio como ejemplo perfectamente equilibrado respondiendo a la pregunta de "(¿hasta qué punto comparte? ¿Hasta dónde llega su individual en un proceso de aprendizaje comunitario? ¿Cómo y cuándo un individuo pasa al status de persona? ¿Cómo construir un sistema ideológico sin trasponer ninguno o confundir las fronteras teóricas?)".

    Y a esa invitación sugiero agregar que los tiempos cambian, las sociedades con el tiempo, ese cuadro filosófico ha traído consigo deformaciones y algunas de las ramas en el árbol se han caído dando paso a brotes de yemas más verdes pero con nudo robusto.
    A las raíces no las podemos ignorar, nuestro sentir latinoamericano es uno que se bate entre el mundo de los vivos y el de los muertos, entre el occidente y el cosmos precolombino, entre la demagogia evangélica y la voz gastada del huehuetlatolli, entre la erección de virtudes aristótelicas y los fantasmagóricos consejos de Nezahualcoyotl, Kuk Balam, o Atahualpa.

    Aunque extinto y con rastros exiguos, el mundo mesoamericano aún resuena en el pensar del latinoamericano, tanto para bien como para muy mal (por aquello de la actitud impositiva), e ignorarla sería dar pauta a una conversación de poco diálogo y más monólogo.

    El mundo ya no se rige tampoco con los valores de los poetas ni los pensadores, el civismo está relegado en alguna esquina, pegado a la pared, evitando que la maquinaria insaciable del poder se lo lleve de corbata. Quizás, debamos dar switch a ese semáforo moral que de pauta a recuperar muchos valores perdidos e incluirlos en la charla de cómo crecer juntos.

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