Black Mirror: segunda temporada. Elevando la técnica.



Se me hace muy curiosa la sensación de que Charlie Brooker haya querido elevar su listón en la serie que él mismo creó. No por falta de originalidad -que la tiene, y es bastante-, sino por cuestión de técnica y tono. Hablamos de una segunda temporada que da muestras de avance, de un progreso sin precedentes en el sentido crítico que nos vende: la tecnología como nuestro pan de todos los días. Si en su temporada inicial dio muestras de honestidad en su planteamiento moderno, en esta segunda venida parece buscar la agudeza, la brutalidad al forzarnos a reconocer la relación del hombre con la tecnología en los momentos emocionales más angustiantes, locos y, quizá, un poco psicópatas. 

Esta segunda temporada, con un episodio más que la primera, se desenvuelve con una serie de matices bastante efectistas, no sólo porque es capaz de recrear con increíble habilidad el "si la tecnología..." en un mundo carente de la humanidad más básica, los instintos que nos hacen quienes somos, sino también porque goza de un elenco versátil que criba de distintos rincones de Hollywood. Es así que contamos con la participación de la bella y sexy Hayley Atwell (la recordarás como Peggy en Capitán América), el carismático y sorprendente Donal Gleeson (¿recuerdas a los gemelos Weasley en Harry Potter?) y el siempre admirable John Hamm (si viste The Town -Dir. Affleck, 2010) en un episodio que te dejará sin habla. 

No sólo esta nueva temporada muestra conceptos tecnológicos bastante originales, que hacen gala de efectos visuales que el cine podría envidiar, hablamos además de propuestas narrativas que construyen algo sólido y se enfocan en resaltar el objetivo de la serie: debemos tener cuidado con la tecnología. Desde "bloquear" a una persona, hacerle el bullying a alguien que atentó contra sus seres queridos, manipular la tecnología en ámbitos políticos, como estancarse al intentar superar la muerte de alguien. Cada capítulo, si miramos con ojo crítico, es más intenso y brutal que el anterior, y en todo este universo, el guionista Brooker nos toma por la garganta y nos advierte: cuidado. Sencillo, efectivo y práctico. 

El final de temporada es el más impresionante y, aunque curiosamente su rating bajó con cada capítulo -lo que sería una pena en la producción de más temporadas-, la serie es bastante buena y recrea con elegancia ese concepto de "apocalípsis futurista" aun cuando no veamos ciudades destruirse. La serie no va por ahí, al concepto no le interesa romper ventanas, matar gente o incendiar edificios, le basta con dejarnos una nota: perdemos nuestra humanidad paulatinamente, ¿a qué costo? 

Por lo pronto, y aunque hubo uno que otro personaje que me hartó debido a su arco dramático, considero que esta es una serie recomendable y necesaria. 

2 comentarios:

  1. El mejor episodio es el de “White Bear”.

    Este episodio juega tremendamente con la imaginación de las personas, es muy difícil entender lo que pasa, es impactante tanta violencia, sadismo, furia y enojo. cuando por fin se desenlaza la historia, te das cuenta del sorprendente...

    Sin duda lo mejor que ha hecho Black Mirror.

    -Tacos al Pastor

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  2. La segunda entrega de esta serie sube el tono y explora lo siniestro de la humanidad a través de la excusa cibernética. Navega entre temáticas similares a la temporada anterior pero les da un giro más desolador aún.

    Be Right Back: Una joven pierde a su pareja y ante la pérdida se refugia en una aplicación que le permite simular su compañía a partir de registros electrónicos del occiso. La obsesión con el pasado y la capacidad de vivir en él sin límites sensoriales es tétrico, especialmente por lo factible de generar algoritmos capaces de interpretar toda la información que subimos a la nube y literalmente replicar un doble binario. Quizás la mayor observación es el alcance de las AI en función de la información personal y cómo capitalizarlas para joder emocionalmente.
    White Bear: Retratando nuevamente ese oscuro corazoncito de la humanidad por el sadismo, un sistema penitenciario torturador que se basa en la violencia psicológica y el daño neuronal como sentencia criminal es… inquisidora. Con un aparato que borra la memoria del presidiario, se le obliga en medio de su desorientación y desconociendo su identidad a penar por una ‘condena moral en los zapatos de su víctima’ cuya moralidad y ética son del todo cuestionables, porque… fucking human being…
    The Waldo Moment: Retomando la fuerza de las redes sociales y la viralidad de los eventos como encausadores de tendencias, el episodio nos muestra que esto puede resultar muy peligroso cuando el discurso a evaluar es la política, al simular un candidato digital que logra poner entre dicho el sistema político e influye en las opiniones, decisiones y acciones del pueblo quienes acatan sin cuestionamientos. Como resultado se concluye que una política sin rostro humano es la vía más rápida al autoritarismo servil, subrayando que la democracia no debe estar al alcance del pueblo. La gente es muy, muy, muy, MUY estúpida.
    White Christmas: Y tenemos un especial de Navidad… como debe de ser. Aquí la tecnología muestra dos elementos muy siniestros: Por un lado está un aparato que digitaliza nuestros sentidos y se puede condicionar a filtrar información, bloqueando ciertas cosas o personas indeseadas, y por otro lado está un dispositivo que captura la personalidad del individuo creando una conciencia electrónico, éste último es un elemento que dará mucha tela que cortar en lo sucesivo de la serie. Vemos primero como la insensibilidad empática para con los demás puede llegar a nosotros mismos y que la tortura psicológica también se puede aplicar a los organismos digitales. Con aparentemente menos relevancia pero de tremendo impacto, el bloqueo de una persona termina por segregar y el aislamiento, incluso selectivo, mina sistemáticamente la integridad emocional de cualquiera, al final del día rescata una lógica básica del crecimiento humano: la censura es mala.

    La segunda es la última temporada en manos de la empresa británica, cancelada por su baja audiencia, pues entre su carácter acusador y acuciante, sus capítulos de larga duración y la flojera mental de los televidentes era evidente que las cosas buenas tienden a morir jóvenes.

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