13 reasons why. La vida es Karma.



Por primera vez una historia juvenil, contada en trece episodios, tiene un carácter propio, una fuerza y personalidad especiales. Y expresar estos adjetivos es quedarme corto, porque, más que nada, Por trece razones (Thirteen reasons why, 2017) es, ante todo, una historia con alma propia, una premisa desarrollada de tal forma que cualquiera puede sentirse identificado. Tocó la daga. Esta primera temporada expresa, define y describe con crudeza y honestidad momentos que todos hemos experimentado, vivido o presenciado, y que rara vez externamos por distintos tipos de miedo. 

Tiene polos a partir desde los cuales juzgar nuestras acciones, sentimientos y códigos de conducta más básicos. Con Hannah Baker (brillante y hermosa Katherine Langford) tenemos la historia central de la chica nueva que, paulatinamente, se verá presa de las burlas, humillaciones, chistes y agresiones que sus compañeros le hacen al punto de destruirla emocionalmente y llevarla al suicidio. Esta serie de conflictos me recordó mucho una novela (pese a la ironía de que se basa en la obra de Jay Asher) de JK Rowling titulada Una vacante imprevista. Dejando de lado las temáticas divergentes aquí, ambas historias retratan con singular pasión, poderío y profundidad el espíritu humano; son historias hechas por escritores que realmente entienden y comprenden el lado oscuro de la humanidad, lo que significa la agresión, el miedo, el control, la presunción, la violencia "debajo del agua", la fuerza del silencio individual, la injusticia, el autoestima y muchos pilares más que se encuentran en las fronteras de lo humano. 

Con Clay Jensen (Dylan Minnette, sí el muchacho que viste en la cinta Don´t Breathe, Dir. Álvarez, 2016) encontramos el hilo conductor de los trece episodios que nos cuentan, con intenso y vivo dolor a flor de piel, todos los conflictos que Hannah atravesó, con o sin su presencia. Tomando como pedestal el valor -o miedo- de su personaje, avanzamos en una historia que combina el drama en su expresión adolescente pura (como lo hiciera Michel Franco con su cinta -ligera en contraste- Después de Lucía allá en 2012), regulares tintes de amor, paternidad, alianzas, críticas a la fragilidad adolescente, así como los esperados matices donde las drogas y el alcohol hacen acto de presencia. Sin embargo, lo grandioso de esta serie no radica en solamente mostrarlos, sino en cómo lo hace. 

Nos hallamos ante un guion muy bien construido, aunque peca de algunas flaquezas; cada escena resulta plenamente identificable para cualquier ser humano, en todos los ángulos imaginables. Aun como espectadores, vivimos la difamación lenta y dolorosamente, vemos surgir las mentiras para cubrir las carencias, la hipocresía o la ausencia de reconocimiento personal. No son pocas las veces en que deseamos atravesar la pantalla y librar a Hannah de las burlas y humillaciones que pasa, pero también llega un punto, cerca del final, donde nos cuestionamos "¿Realmente es inocente?". Callar no es una opción. Y, sin embargo, la toman. Callar no debería ser una alternativa, y aun así el miedo los conduce a ello. Miedo al despotismo, miedo a las peleas, miedo a la incapacidad de marcar una diferencia. La vida es dura, la vida es difícil, pero como Charles Darwin dijo en su momento, la supervivencia es del más fuerte. En retrospectiva, es una tontería a nivel social, pero sin duda una realidad. 

En términos de actuación, todo el reparto cumple. Tendría un poco de duda con Minette, pues como en la película arriba mencionada, interpreta al mismo chico inteligente en grupo, pero su rango de expresiones a comunicar es poco variado. Eso provoca que, además de mostrar a su personaje como un total pusilánime, veamos poca intensidad cuando debe mostrar seguridad. Y más en los momentos de acoso. Thirteen reasons why nos enseña el lado íntimo de la agresión, el "detrás de cámaras" de las aulas, de las escuelas, de las casas, y lo más importante, la profundidad detrás del "No me pasa nada. Todo está bien, de verdad". Sabemos que no es así, y la tonalidad oscura de la serie lo deja en claro; por momentos tétrica, por instantes asombrosa, a ratos romántica, en ocasiones intensa. Tiene algo que decir, y es que no podemos ni debemos dejar que el acoso escolar -u hostigamiento- se apodere de nuestras vidas. Siempre hay opción. 

Aunque la historia es sobre Hannah, presenta algunos focos que expanden -pero no fortalecen- el arco narrativo central, como son la subtrama de Jessica (Alisha Boe), la bidimensionalidad de Zach (Ross Butler) y los conflictos intrafamiliares de Justin (Brandon Flynn), y son estas "razones" (en apego a la congruencia narrativa de la serie) las que le restan ritmo, significación e intensidad, en momentos valiosos, al drama central. La narrativa está hecha a base de pasado (flashbacks) y presente (las consecuencias de lo ocurrido), porque la serie es acerca de un personaje, pero al vincularse éste con los demás, termina siendo una historia universal. Cada decisión trae consecuencias, incluso aquellas sobre las que no tenemos total injerencia. 

Thirteen reasons why es una aguda, inteligente y asertiva reflexión sobre el acoso escolar, por momentos aligerada en beneficio de un público que podría no ser tolerante al ínfimo discurso sobre agresión verbal que encontramos en las nuevas generaciones. No puedo mantenerme indiferente por un par de motivos: a) es un asunto serio y muy vigente; b) he pasado por circunstancias similares. Es por eso que sentí sumamente irónico y recíproco (al estilo sartrista) las reacciones de Clay, de Hannah, de cada personaje. Como seguramente muchos, viví un reflejo en ello, y por experiencia, sé que la historia brinda un mensaje de esperanza...y advertencia. No debemos dejar jamás que otro ser humano domine nuestra vida, no está bien y dejemos alzar la voz. 

Quizá por indulgencia, la serie presenta una justicia tardía, un tanto improbable por la circunstancia en que se inserta, pero igualmente poderosa, refrescante, casi como aseverar que a pesar de la gravedad que se cierne sobre el individuo, la fuerza de voluntad puede ser realmente poderosa y determinista. Lo es, pero siempre que hablemos y expresemos nuestros sentimientos. 

Por trece razones tiene a su favor una gran historia, bien contada y producida, un gran elenco, momentos y situaciones directamente extraídas de la vida cotidiana, y una honestidad pocas veces comparable. 

En contra, pues está el no muy adecuado manejo de las subtramas.  

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